viernes, 12 de febrero de 2016

Pornografía para ciudadanos

Siempre quise ir a un cine porno. Digo desde siempre haciendo referencia a cuando tenía 13 o 14 años y supe de la existencia de estos pintorescos lugares que exhiben películas igual de pintorescas, anunciadas con fotos completamente explícitas y nombres que más de alguna risa me sacaron cuando pasaba afuera de las galerías en mis tiempos de ir al centro de Santiago mientras hacíamos la cimarra con mi mejor amiga.
Cuando pensaba en un cine porno se me venían a la mente un millón de ideas, primero que todo porque jamás había visto uno por dentro y, segundo, la mayoría de las cosas que se cuentan respecto a ellos son una especie de mito urbano: ¿Cómo son los asientos?, ¿qué tipo de gente asiste a ellos?, ¿van mujeres?
Tuve la oportunidad de formarme una respuesta a esas preguntas el 6 de Enero, día que hice planes para ir a ver una película porno a uno de estos cines. Sumado a los nervios y lo extraño que podría ser dirigirse a un lugar como eso sin ningún interés sexual, la persona con quien iría era, hasta ese momento, un completo desconocido para mí, entonces también estaba la presión de ser agradable para no transformar un momento potencialmente incómodo en algo más terrible aún. Afortunadamente ambos siempre tuvimos la curiosidad de ir a este lugar y, mejor aún, era nuestra primera vez en uno de ellos, por lo que tanto Saurio como yo llegamos llenos de dudas e incertidumbre. Durante la semana él tuvo la amabilidad de pasar por fuera del cine escogido, por lo que ya conocíamos los precios y el título de la película escogida, aunque de todas maneras tomamos en cuenta a las otras posibles candidatas, en caso de que la que teníamos en mente no estuviera pero sí, ahí estaba.
El cine porno en cuestión se encuentra en una de las galerías que están a mano izquierda de la Plaza de Armas, atrás del mítico paseo de las carteras. No es difícil dar con el lugar -en la entrada de la galería hay carteles y luces que anuncian 'programas muy especiales', además de los nombres de las películas que están en emisión. Hay dos cines porno en la galería, uno llamado Mayo y el otro, Nilo, y para ambos se utiliza la misma caseta para comprar la entrada que cuesta $1.500, y que ese día nos entregó una mujer de aproximadamente 70 años. No dijimos mucho, la conversación fue escueta. Mientras pagábamos me preguntaba si acaso ella se encuentra con muchas mujeres al día, o si van parejas o cuál es el rango de edad del público asistente, sin embargo no dije nada y sólo me apresuré a guardar el vuelto que más tarde sería ocupado en cerveza barata.
Las salas están en un subterráneo, y hay que bajar una escalera por la cual se pueden ver más afiches promocionales de películas que pueden o no estar en exhibición. Todo es explícito, lo cual de cierta manera me agrada porque no encuentro que haya algo más irónico que censurar algo que todo sabemos está ahí. Lo que más se ve en esos carteles son mujeres -no tengo en mente haber visto alguno en donde se viera un hombre desnudo, sólo recuerdo pechos perfectos y vaginas, muchas vaginas. Una vez en el subterráneo el camino se separa en dos: A la izquierda está el cine Nilo, a la derecha está el cine Mayo. Al medio hay una especie de kiosko que vende papas fritas, bebidas, chocolates y otras numerosas golosinas, lo cual me hizo gracia porque no es algo que esperé ver en un cine de esas características, así como tampoco esperé ver baños justo afuera de la sala del cine Mayo, sala que se cierra con cortinas gruesas color rojo pasión.
Adentro todo es oscuro y, por unos segundos, cuesta acostumbrarse a esa oscuridad. Lo primero que noté cuando entramos a la sala es que había una especie de taquilla con hombres que estaban de pie. '¿Habrá que estar de pie?', pensé, pero al momento me di cuenta de que los asientos estaban sólo unos pasos más allá. Una vez acostumbrada a la oscuridad y, habiendo encontrado los asientos, procedimos a sentarnos en los primeros que encontramos, lo suficientemente cercanos a la salida para salir corriendo al primer indicio de incomodidad. Curiosamente siempre tuve la impresión de que los asientos serían de terciopelo, por lo que siempre me imaginé que estarían sucios, llenos de polvo y semen seco pero no, los asientos están recubiertos de cuerina roja, no en el mejor de los estados (y jamás sabré si estuvieron limpios en el momento que nos sentamos o no) pero lo suficientemente cómodos para dejar caer nuestros cuerpos sobre ellos y comenzar a vivir la experiencia de la ida a un cine porno.
La película que escogimos tenía como título 'Simpson XXX'. Fue elegida porque ilusamente pensamos que sería porno de Los Simpsons, entonces al menos teníamos pensado reír mientras viéramos a Marge y Homero envuelto en situaciones completamente candentes. Error. La película, además de no tener trama (obviamente, aunque de todas maneras entramos tarde a verla así que evidentemente existe la posibilidad de que nos hayamos perdido todo el plot del principio) era una película completamente vieja, con actores por lo menos 20 años mayores que nosotros, por lo que en el fondo nos sentamos mirando a la pantalla sin mirar nada en verdad. Me dediqué a observar a los asistentes: Hombres mayores, hombres no tan mayores pero evidentemente adultos, hombres que entraban completamente avergonzados (a mí parecer, era difícil distinguir emociones en un lugar tan mal -o bien, dependiendo de la intención- iluminado) pero que se sentaban y sólo querían disfrutar de la película mientras se olvidan de sus días.
Creo que uno de los mitos más icónicos, o al menos la imagen que yo siempre tuve de un cine de tales características, era que iba a entrar y me iba a encontrar con muchos hombres masturbándose, mirando a las acciones que acontecían en la pantalla, quizá imaginando que eran ellos en vez del musculoso hombre con la mujer en el acto, quizá no. La verdad es que no vi a ningún hombre (de los que estaban dentro de mi campo visual, la sala es bastante grande en verdad) haciendo tal cosa, y ahí fue cuando me hizo sentido que los baños estuvieran justo a la salida de la sala: Se puede entrar y salir de esta cuantas veces se quiera, así que asumo que era ahí donde los asistentes se dirigen a liberar tensiones a medida de que van acabando -literalmente, jeje- las acciones en la película. Tengo en mente haber escuchado un sonido rítmico que venía de uno de los hombres que estaba sentado en la fila que estaba adelante mío, pero nunca sabré si se estaba tocando o no, cosa que en verdad me hubiera dado lo mismo, ¿quién soy yo para juzgar a quien va porque quiere distraerse de su mente?
Con Saurio coincidimos en que nos sentimos incómodamente observados, es más, varias veces nos fijamos en que uno o dos hombres se daban vuelta a mirarnos. En ese momento pensé en que si es poco común ver parejas entrar, menos debe ser ver a un mujer adentro de la sala. A cada momento que pensaba haber visto a otra mujer paseándose en el pasillo, recibía la respuesta de 'no, es un travesti' el cual posiblemente sólo haya estado ofreciendo sus servicios, raudos y veloces, de la misma manera que desaparecían entre los asientos que estaban más adelante.
No estuvimos mucho tiempo adentro del cine, básicamente porque la incomodidad era evidente en nosotros. Si al menos la película hubiese sido divertida estoy segura de que habríamos mirado más, pero a los 15 minutos ya estábamos caminando a la salida, volviendo exactamente de donde vinimos. Al final ninguno de los dos supo responder si fue una experiencia grata. En verdad no pasó nada malo, lo que sucede es que es una experiencia que se tiene que vivir por uno mismo y, llegando a la casa, leyendo los comentarios en la foto que subí mostrando la entrada a tal cine, además de los mensajes que gente me envió preguntándome acerca de cómo había sido la experiencia, pude darme cuenta de que es en verdad algo que quizá mucha gente quiere hacer pero que no se atreve.
En definitiva, si alguien alguna vez quiere ir, le aconsejo que vaya y que lo viva por su propia cuenta. Yo no me calenté, sí me sentí incómoda (porque bueno, quizá no debí haber ido con un vestido tan escotado pero bueno #massiecosas) por las miradas, pero al menos quedé feliz de marcar algo en mi 'Lista de cosas que hacer antes de morir' como HECHO. ¿Volvería a ir? Quizá sí, quizá no. Pienso en lo impregnado que estaba el olor a cigarro (a pesar del gran cartel que dice claramente NO FUMAR) en la sala y el dolor de cabeza que me dio al salir de la sala y no me dan ganas de entrar ahí nuevamente, pero quién sabe...

TL;DR: Los asientos de los cines porno son de cuerina, los hombres van a masturbarse al baño, casi no hay mujeres, hay fumadores a pesar de que no sea un lugar apto para ello pero no importa porque al menos por la hora y media que dura la película, quien va con la intención de distraer su mente y llevarla a otra parte puede hacerlo con total libertad. Cosa de uno no más.

Y usted, ¿iría a un cine porno?